Gracias, Raúl

Estándar

CapoteQuizá llegase tres años tarde. O tal vez el homenaje a Raúl en el Santiago Bernabéu se haya hecho en el momento justo para valorar lo que ‘el 7‘ simboliza para el Real Madrid. Se marchó casi a escondidas, tras varias temporadas en las que ya no estaba para titular, pero en las que fue objeto de demasiadas críticas. Entonces, igual el madridismo no hubiera sabido despedir a su gran capitán como merecía. El mismo Raúl reconoció tras disputarse el partido entre su equipo de toda la vida y su club actual, el Al-Sadd qatarí, que había merecido la pena la espera. Lo mereció. También para los aficionados que llenaron el coso madridista este 22 de agosto de 2013 que ya forma parte de la historia del fútbol. Una historia en la que Raúl es leyenda.

Cada detalle de lo que rodeó al partido tuvo un poco de simbolismo. Madrid fue tomada por miles de camisetas con el 7 a la espalda. Desde aquella primera que vistió Raúl con 17 años a la última que lució en el club de sus amores para un partido amistoso dedicado al completo a su figura. Se coreó su nombre en el estadio una y otra vez, los videomarcadores recordaron por qué Raúl tiene el cariño de la afición blanca. No es sólo por ser el máximo goleador de la historia del Real Madrid (323 goles), ni por ser el futbolista que más veces ha vestido la elástica merengue (741 partidos). Raúl no es sólo una cifra a batir. Raúl es muchas más cosas para los suyos.

GolEl 7 representa el carisma que aprecia la parroquia blanca, el espíritu de superación, de dejarse la piel para ser el mejor, aun sabiendo que hay muchos mejores. Pero no tan grandes. Porque el Bernabéu se enrojeció las palmas de las manos en cada carrera, en cada balón recuperado, cada vez que inquietaba al portero rival o permanecía atento a un posible descuido de la zaga contraria. Porque sigue siendo el más listo de la clase diluyéndose entre rivales para aparecer donde nadie lo espera. Porque sigue teniendo ese olfato goleador y abrió la cuenta madridista.

Entonces se fue a la banda, lo celebró como si fuera el primer gol de su carrera. Y señaló su espalda. Su 7. El mismo 7 que cedió a Cristiano Ronaldo en el descanso, en un gesto que ponía la piel de gallina. Un traspaso de poderes. La complicidad entre ambos, historia del Real Madrid, fue constante desde el mismo calentamiento, en el que Raúl disparó sin fuerza a portería para desatar las bromas del portugués. No, Raúl ya no está para jugar al más alto nivel. A sus 36 años, todavía sacó carácter y orgullo (y goles) en sus dos temporadas en el Schalke. La cara de admiración de sus compañeros actuales del Al-Sadd escondía mucho más que un retiro dorado entre petrodólares. Raúl está dejando parte de lo que fue, de lo que es, a otros futbolistas. Un maestro.

7Y eso lo reconoce una grada que se mostró unánime por una vez en mucho tiempo para despedir a su gran capitán. El tifo del fondo sur, ‘Gracias, Raúl‘; su nombre en uno de los laterales; familiares, amigos y excompañeros presentes en un homenaje cargado de emociones. Emociones que se reflejaban en la cara del propio homenajeado. Se le vio sonreír y disfrutar en el campo como cuando levantaba copas de Europa con el brazalete de capitán. Ese brazalete que Iker Casillas le cedió antes de iniciarse el encuentro. La mayoría de la grada reconoció el gesto.

Han cambiado muchas cosas desde que no está Raúl en el Bernabéu. Él, no. Él sigue siendo el mismo deportista, aunque un poco menos futbolista que hace tres años. Muchos, tras el partido, hubieran pedido su vuelta, aunque sea para los minutos de la basura, para descorchar partidos en los que a los delanteros se les atraganta el gol.

CapitánFueron 16 temporadas dignificando un escudo que lleva grabado a fuego. Y su afición lo sabe. Por eso regresó en varias ocasiones del amistoso aquella cantinela del ‘Raúl, selección‘. Y, obviamente, no fue para pedir a Del Bosque que le incluya en sus convocatorias. Es, simplemente, una reivindicación a su trayectoria. Su salida del combinado nacional fue traumática. Injusta en cierta manera. Hay quienes, con mucho menos, regresaron para vestir la camiseta de España. Con él las cosas fueron distintas. Y esa espinita no sólo le queda a él, también la llevan clavada sus miles de seguidores. Madridistas o no. Porque Raúl es patrimonio de todos, no sólo del madridismo.

Fue manteado, recogió el capote en el fondo norte para dar unos pases de pecho, lloró, nos hizo llorar, salió al césped entre un pasillo hacia los trofeos conquistados como madridista, recogió una placa conmemorativa de manos del Rey, dio la vuelta al ruedo y se fue al centro del estadio. Se arrodilló y besó el césped de un estadio que es su templo. Y que le dio el homenaje que merecía; aunque, seguramente, todavía se haya quedado pequeño para tanto cuanto ha dado a su afición. «¡Presidente!«, le gritaban. Lo mejor de esto es que Raúl siempre vuelve. Y al Bernabéu volverá, convertido en presidente o en lo que él quiera. Se lo ha ganado. Gracias, Raúl.