Un derbi (a)típico

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Mil batallas

La rivalidad de un derbi madrileño, al menos en lo que mi memoria me permite recordar, ha estado marcada siempre por esa lucha de clases en la que los ricos (Real Madrid) presumían una y otra vez de superioridad frente a los pobres (Atlético de Madrid). Eso, hasta este año. Pues que los rojiblancos comenzaran el partido con ocho puntos por encima de los blancos y en un momento dulce de juego y resultados hacía soñar con que, esta vez sí, se rompería esa racha negativa en los duelos directos que nadie ha podido deshacer desde 1999. Pero, a tenor de lo visto anoche, lo que se antojaba un derbi atípico terminó siendo un día de la marmota para los de Simeone.

21.000 personas. El ‘Cholo‘ pidió el calor de su afición en la previa. Y los colchoneros respondieron con una asistencia masiva al último entrenamiento de su equipo antes del partido. El Calderón gritó aquello de ‘échale huevos‘ y, horas más tarde, el Bernabéu pedía lo mismo a sus rivales a modo de mofa.

21:20h. Mourinho también citó a la ‘hora H‘ a su afición. Pero, en su caso, para que ésta descargara sus iras contra su persona. Lo único que logró en esa imagen inédita fue que un estadio casi vacío le brindara su apoyo mayoritario, aunque también debió escuchar algunos pitos. No debiera ser representativo del sentir madridista lo que no llegó a ser la décima parte del aforo del coliseo blanco. Todavía cuesta explicar a cuento de qué un entrenador organiza semejante esperpento.

Diego Costa. Desde bien pronto, hubo un hombre en el Atleti que expuso sus cartas sobre el césped del Bernabéu. Tuvo sus más y sus menos con Pepe, Xabi Alonso y, especialmente, Sergio Ramos. Se dedicó a desplegar su suciedad -sería grotesco considerar que estaba jugando al fútbol- en cada jugada del partido, hasta el punto de escupirse en un guante y lanzar el contenido al defensa sevillano. Cuanto menos asquerosa su actitud.

Cristiano. Varios partidos sin marcar, todavía con el punto de mira tocado -por aquello de que la herida en su ojo izquierdo aún evidencia secuelas- y con la guadaña del Balón de Oro acechando. Lanzó una falta perfecta que batió a Courtois, dio la asistencia en el segundo gol a Özil y hasta estrelló dos disparos en la madera. Enorme el portugués, un derbi más.

Karanka. Tras el plebiscito previo al partido, Mourinho puso a su escudero a departir con la prensa. Al contrario de lo que San Pedro hiciera con Jesucristo, hasta tres veces llegó a insistir ‘el Karanka portugués‘ en eso de que el técnico blanco siempre da la cara y nunca se esconde. Todavía sigo sin explicarme qué hacía entonces él frente a los micrófonos (una vez más).

Aficiones. Los colchoneros hicieron más ruido en las horas previas al derbi que lo que el devenir del encuentro les dejó rugir luego. La afición merengue, en cambio, se regocijó otra vez en la desdicha de sus vecinos. Algunos de sus cánticos contra Simeone -declarado mourinhista– fueron acallados por el propio técnico madridista, pero lo cierto es que siguen sin encontrar solución a aquella pancarta desplegada en el fondo sur hace un tiempo.

El resultado final, esperado por todos pero inducido a lo onírico por unos cuantos, terminó siendo más de lo mismo que los últimos 13 años. El típico desenlace para un partido que fue atípico hasta que el árbitro pitó el inicio. A partir de ahí, otra batalla más, otra victoria blanca.

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